La miel

 

Recuerdo que mi abuelo tenía colmenas y que llevaba los rudimentarios panales a casa, les quitaba la capa superficial de cera y los ponía a escurrir sobre un barreño de barro. Lentamente, gota a gota, un oro líquido cristalino iba desprendiéndose en finos hilos. La tentación de pasar el dedo y chupar aquel manjar era irrestible y nunca olvidaré el extraordinario saber de aquella miel de romero.

Mucho tiempo después descubrí que desde los albores de la humanidad, la miel ha sido uno de los recursos naturales más apreciados por el ser humano, que la ha usado para comer o para curar heridas. Esta pintura rupestre tiene más de 8.000 años y está en las cuevas de Araña (Valencia). Muestra a un humano colgado de unas lianas metiendo la mano en un panal para recolectar miel de abejas silvestres.

En una tableta de arcilla de Nippur, el centro religioso de los sumerios en el Valle del Éufrates, que data aproximadamente del año 2.000 a.C., hay una receta escrita. Es un remedio para tratar heridas y dice: «Moler hasta que se vuelva polvo arena de río (faltan palabras) y amasar luego con agua y miel y que aceite puro y aceite de cedro caliente se extiendan sobre eso».

El gran guerrero cartaginés Aníbal le dio a su ejército miel y vinagre cuando cruzaron los Alpes en elefantes para luchar contra Roma.

La responsable de este prodigio natural es la especie denominada Apis mellifera (abeja de la miel), que se alimenta del néctar y el polen de las flores. Originaria de África, está distribuida por Europa, Asia, América y Oceanía. Cada colmena tiene una reina que es la única abeja que pone huevos (hasta 2.000 en un día de primavera), mientras el resto trabaja conjuntamente para mantener a toda la colonia.

La miel de abeja es un líquido viscoso y denso que destaca por su fuerte sabor dulce. Todo este proceso es un mágico camino que parte desde las flores, cuyo néctar es recolectado por las abejas a través de sus lenguas. Este néctar se transporta en el interior de sus estómagos donde comienzan el proceso de transformación. Ya en la colmena, el néctar pasará por las bocas de varias abejas obreras, que irán modificando sus propiedades.

¿Por qué motivos ese líquido viscoso y dorado se ha convertido en un auténtico tesoro gastronómico? La respuesta se encuentra en su composición química. La cantidad de minerales presentes en la miel natural es elevada. Consumir miel es una fantástica forma de ingerir calcio, potasio, sodio, manganesa, magnesio, cobre, fósforo o zinc, sin olvidar, la importancia que tiene en el organismo las vitaminas A, B y C.

La miel como alimento se conserva perfectamente con el paso del tiempo. Su pH ácido y su alto contenido en azúcares previenen la formación de microorganismos que estropean sus propiedades y calidad. El almacenaje debe realizarse en tarros o botes herméticos y no deber incidirles la luz natural.

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