Prunus dulcis (almendro, alloza, ayosa)

Creo que habrá pocas plantas a las que los ibenses le tengamos tanto cariño como al almendro, que llega puntual a su cita con la primavera. Desde nuestra más tierna infancia hemos visto florecer estos árboles en nuestros campos y hemos degustado su fruto, tanto cuando están verdes como cuando maduran.

El almendro tiene su origen en las regiones montañosas de Asia Central y se cultiva en España desde hace más de 2.000 años, probablemente introducido por los fenicios y posteriormente propagado por los romanos, ya que ambos lo hicieron motivo de comercio.

Es un árbol caducifolio de la familia de las rosáceas. Esta especie pertenece al subgénero Amygdalus del género Prunus. Puede alcanzar de 3 a 5 m de altura. De tallo liso, verde y a veces amarillo cuando es joven, pasa a ser agrietado, escamoso, cremoso y grisáceo cuando es adulto. Son de hoja caduca, las hojas son simples, lanceoladas, largas, estrechas y puntiagudas y color verde intenso.

Pero lo que más llama nuestra atención son sus flores, que aparecen en solitario o formando grupos de 2 o 4, con cinco sépalos y cinco pétalos, con una gama de colores que va desde el blanco al rosado.

Al cabo de un par de meses, si las heladas no han hecho mella en ellos, los frutos verdes tiene el tamaño perfecto para comerlos. Seguro que muchos lectores recordarán haber subido a los árboles ajenos y hurtar estos sabrosos manjares.

A los 5 ó 6 meses, estos frutos habrán madurado totalmente, el mesocarpio se habrá resecado y abierto, dejando al aire el endocarpio lignificado (endurecido).

Las almendras tienen mucho aceite y son muy nutritivas (nos aportan minerales esenciales y vitaminas), lo que las convierte en un alimento de gran importancia. No tiene lactosa ni colesterol y se puede comer cruda, frita, tostada, garrapiñada, …formando parte de gran cantidad de dulces, aunque la estrella sea el turrón.

La leche de almendras es una antigua bebida usada desde siglos atrás como sustitutiva de la leche animal. En latín se denominaba «amigdalate» (almendra y leche).

La variedad amarga (amara) contiene una sustancia que produce ácido cianhídrico y es capaz de provocar graves intoxicaciones, incluso la muerte.

Según la tradición judía, es por la base de un almendro (luz) que se penetra en la ciudad misteriosa de Luz, la cual es una estancia de inmortalidad. Es al mismo tiempo el nombre de la ciudad cerca de la que Jacob tuvo su visión, y que llamó Beith-el, o Casa de Dios. Que se establezca relación entre el almendro y la noción de inmortalidad se explica aquí también por el simbolismo de la almendra (llamada igualmente luz).

Relacionada con el almendro existe una leyenda que narra lo que hizo Abderramán III (Abd al-Rahman III, al-Nasir) para acabar con la tristeza de su amada Azahara.

Ai! no t’he vist, ametller,
el de la bella florida
damunt el camp hivernal
ungit de ta pluja fina.
Ai, no t’he vist, ametller,
missatger de l’alegría,
i m’ets un somni tan dolç
dins de la tarda tan grisa !…

(Joan Maragall, «L’ametller»)

 

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